Marion está atravesando un momento de sinsentido en su vida cuando Augur aparece para ofrecerle liderar la expedición que cambiará la historia de su pueblo. En un principio misterioso y excéntrico, el hombre se convertirá en un aliado valioso y en un gran amigo para la capitana.

"Augur sacó de su bolsillo un trozo de pan viejo y lo depositó sobre la palma de su mano abierta. Luego silbó una melodía que hizo que el ave bajara grácilmente hasta posarse en su antebrazo y, con delicadeza, picoteara el pan hasta comerlo todo. Una vez acabado su festín, el pájaro miró a Augur con un gesto casi humano y emprendió vuelo para perderse en la oscuridad de la montaña a contra luz. Marion quedó realmente impresionada. Estaba acostumbrada a clasificar y reconocer a las personas a primera vista y probado estaba que la mayoría de las veces acertaba sus sentencias. En este caso era distinto. Augur no era alguien fácilmente encasillable. Tenía una manera de desenvolverse pausada y armoniosa, casi mística, como si no fuera de este mundo. Llegó a sospechar que era algún tipo de sacerdote o monje. Saltaba a la vista que sus tiempos eran los del espíritu y que su mente percibía más que el común de la gente. Había algo en él que le resultaba irritante, una contradicción que quizás tenía que ver con el notorio contraste entre sus facciones rígidas y su altura amenazante y la dulzura que guardaba en sus modos y sus gestos."